miércoles, 29 de junio de 2011

El chico del metro (Queimada 2).

Se ha sentado a mi lado teniendo más de 10 asientos vacios en todo el vagón.Tenía en su perfume personal el tipo de olores que no se pueden describir. En el momento en que noté su presencia a mi lado,me estaba abanicando.De repente detengo dicho movimiento para poder, disumuladamente, echar un ojo al libro que estaba leyendo. No era un libro conocido, podría haber sido cualquier libro de Zafón, Reverte o Dueñas, María Dueñas. Tan solo un instante pude ver la portada y sabía que no lo conocía. Echó el cuerpo hacia adelante, cogió aire. Pero tenía sed, entonces cogió la botella de agua que tenía en la mochila, mochila que me recuerda a la de los aventureros que se tiran 3 horas en la montaña caminando entre piedras y sendas llenas de obstaculos que hacen que, cuando te descalzas en una cama después de tantas horas, sientas que no existe un momento más satisfactorio en la vida.
Pues cuando saca la botella de agua, bebe, y la vuelve a gaurdar, extiende los brazos, y me percato que tiene un tatuaje de tres letras chinas en el antebrazo derecho (estaba sentado a mi derecha, por eso pude verlo). Obviamente no sé chino, pero debía poner algo así como : sé fuerte. Algún mensaje positivo.
Porque sin duda, lo mejor de esta historia, es que al abrir el libro, tenía como marcapáginas la foto de un bebé en un sofá, que dejaba tantas cosas a la imaginación. Podría ser su hija, su sobrina. Pero sea quien sea, le tiene (o tenía) mucho aprecio.

Yo me bajé, el chico del metro seguía ahí, pero esta tarde sonreí por dos.



DmN.

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Acariciame el alma...